Uff!!!

La derrota de la concertación, unida a la episcopal falta de responsabilidad de sus dirigentes, ha conseguido, grosso modo, en desmedro de una demonización burda del abanderado de la alianza, instalar en la presidencia, después de casi medio siglo, a un liberal de derecha, multimillonario y aventurero, junto a un séquito de fanáticos conservadores que operan en la oscuridad de la trastienda, con su canto de sirenas de seguridad sonando día y noche, abanicando sus pretensiones políticas.

Uff 2

En esto no hay retroceso si pensamos en la figura de Frei Ruiz-Tagle, hombre ligado a la empresa y  a las malas prácticas de las cúpulas que lo erigieron adalid y candidato, para luego quitarle, rápidamente, un piso organizacional con mucho de tejado de vidrio, en la hora final de su campaña. Que corran las cabezas, decían el domingo 17 un grupo de jóvenes de la democracia cristiana atrincherados en su sede de la Alameda. Y las cabezas eran las de los sempiternos Latorre y Escalona. Los del mea culpa que exige Marco desde su nada insalvable. La social democracia chilensis, esa chanchería mal administrada con la ilusión de un pueblo defraudado por la economía de mercado, por una concertación que, en su fantasmagoría, renace década tras década para ocultar sus errores.

Uff 3

Los jóvenes de la democracia cristiana deberían hacer una manda por que, finalmente, tienen un presidente que se dice demócrata y cristiano, en su corporativa exclusión; de santo y seña; de verdad histórica. El fin de la transición ha dado comienzo a un período de transacción signado por la política de los acuerdos que, en un revival inesperado, anuncia una batalla solapada por la repartija, por el poder y el descaro que cifra el anhelo de una mayoría aparente. Se escuchan voces críticas dentro del conglomerado oficialista como para reseñarlas e inscribirlas en un bronce que palidezca los próximos meses, en espera por ver reconocido a un Piñera, legítimamente, por el congreso y la ciudadanía.

Uff 4

Piñera en su primer discurso como presidente electo promete el gran salto, la gran curva hacia el desarrollo, repite una y otra vez la palabra futuro como un pitoniso carente de sensaciones: de la pulcra realidad de un país desheredado. Fija su atención en una delincuencia exaltada por el amarillismo de una prensa manipulada por quienes ven amenazados sus intereses, llama a un acuerdo nacional y agradece a su señora, la primera dama, para dar rienda suelta a una contención emocional que delibera en su delirio mediático. Piñera ríe y sonríe, gesticula y una muchedumbre atontada aplaude mecánicamente. Inflan globos con la venia del animador Kike Morandé y sacuden banderas al calor de la revancha. La cruzada personal, el carácter mítico que lograron imprimirle a la campaña de Piñera sus secuaces y la luz verde discutida íntimamente por su sector duro, el de los colaboradores de Pinochet, mas una idea de país absolutamente extemporánea han dado a la derecha una posibilidad que probablemente no van a desperdiciar con discusiones de tipo valórico, sino que enfocando su consecución en una idea policial y restrictiva de los valores que la concertación abandonó para refundarse, para aparecer victimizada por sus propios errores.

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