Perfil del irredento

CRÓNICA ADVERSA

A Gonzalo Bertoglia Huenchullán

A causa de mi propia inexperiencia, de lo insalubre de mi despliegue, (facineroso en un primer orden, como tal,  yunta de bueyes) he militado en las huestes de la Historia sin otra herramienta que la sin razón, desatando los panales que el ventrílocuo, ese Dios, me ha marchitado con la fiebre de sus camaradas. Caminando, observando, guardando silencio. Perpendicular a mis creencias. A causa de… perdón, ¿qué estaba diciendo? ¿Algo del bulto de la historia con mayúscula, de las catedrales, de los hombres…?

No habrá playas de estacionamientos para nosotros, ni cereales mezclados con frutos secos, ni leche derramada; no habrá muchachos hermosos esperándonos, ni sexos erguidos violentando nuestras ilusiones. Todo se mantendrá en calma, aparentemente. Avanzaremos, sin embargo. Cautelosos remuneraremos a la noche con un sacrificio lúcido, con una antorcha que expire en su ardor hacendado. Habremos de conciliar el sueño con aquellos que nos han humillado, con quienes despiertan a la aurora anudados por su idilio. No se volverá atrás. Las oraciones por sí solas se justificarán. Vendrá el deseo de victoria, seduciendo a los más débiles. Se ampliara el margen. Lloverán lágrimas. Una luz arremeterá con la fuerza de la oscuridad: un ojo en su fingida ceguera. Lloraremos, por fin. Seremos parte del rito y mi voz será un obstáculo en la asunción desequilibrada del sonido.

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Qué goce extraño la manifiesta perdición de los valores a la imposición cuadrados. Qué raro este crepúsculo que mis sesos devana, sin musas ni inspiraciones, sexualmente atesorado. Hay un fuego, parece. Una palabra. Una promesa que acaba con mi encantamiento. Son las noches de un verano que aún fluye en el despertar impío de sus desviaciones. Un verano amargo, atado a su estación.

Soy Lucía de Lamermoor y el cónsul de Lowry. Voy sangrando, pudibundo, las cenizas de mi entraña. Amago la lúbrica disección del afecto entendido como cópula. Brillo en una plenitud opaca, casi traficando mis silentes aptitudes para el Yo. Vacilo, sobre todo, lleno de una hermosa sensación de hermetismo mal proporcionada por un juego lingüístico que conozco de memoria. Y camino, a regañadientes.

Enfermo de mí mismo, expulso de mis glándulas silábicas el hedor del ábaco y su primera putrefacción: así me desnudo para una multitud que ignorante, me ignora. Y, carismático, me pudro. (Se oyen los primeros alegatos de un historiador perverso, del ama de casa siempre atenta a los movimientos irregulares que dañan el perímetro de la cacerola y así se enfrían los paños y, con ellos, la cabeza. Se beneficia el productor de caspa y cerote, de óvulos y semen. Alza la estrechez de su frente para despejarse y continuar su inerme vocación destructora. Se consolida a costa de su entorno, que no es ninguna maravilla, que es lo que es: heces floreciendo en su devenir cíclico, paisajes levemente coloreados.)

Por Carlos Peirano

Un comentario a “Perfil del irredento”

  1. bertoglia Dice:

    La estrechez de mi frente dice directa relación con la estrechez de tu espíritu, mi querido y ramplón amiguito. 

    Gonzalo Bertoglia Huenchullán. 

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