La moda, el feminismo y Buda
CRÓNICA ABYECTA
Parece mentira que Piñera tenga caspa y que el gel que utiliza no se corresponda con su mediática, y parsimoniosa, figura. Títere de una comedia negra que él dirige, nuestro presidente, con su santo sudario permeabilizado, pretende reconciliarnos con aquellos que hacen, con las manos ensangrentadas, caso omiso de la violencia institucionalizada que reinaba en Chile hace unos años.
El pasado reciente, modelo arquetípico de la barbarie humana, nos entusiasma como a espectadores desatentos. Tenemos ejemplos de valor entre los más desposeídos. La situación de calle es un delito y, el asma, una colectividad. Miro las noticias de este país (de reojo, se diría) para constatar la manifiesta opción por desinformar, con la venia sacra del bolsillo abultado de un empresario pederasta (que no es nuestro presidente (y lo digo, con altura de miras, para que acaben de una vez con las amenazas)), que pasea por Miami arriba de un auto alquilado, a la bien llamada masa. Miro a sus esclavos pidiendo préstamos, patentando la indolencia, jugando con Twitter. Veo todo desde la torre que hemos construido para amputarnos con dulzura (discúlpenme la vagancia, el error ortográfico, la represión encubridora) al apéndice conciente. Veo, como una bruja que tiene bolas mágicas entre medio de las piernas, a los descarados de siempre hacer una propaganda estigmatizadora con el logo del gobierno de Chile como aval. El mundo al revés es poco acá: no da para fábulas, menos para cambios.
Los que hoy nos gobiernan bajo aquel designio parecen embobados con la etimología de sus pancartas. Se lucen frente a viejecitas y patrones que adoran las onces familiares y la desproporción. Caminan con el sello de la seguridad que proporciona el desencanto y su par: la fisura.
¡Qué joda este país! (no que joda) Un país obsesionado con las emergencias, con el descalabro anticipado por sus líderes políticos recién abanicados. Qué bonito el día. Y el nombre de sus siniestros conglomerados. Y este sepulcral silencio: el de la oferta y la demanda.
Piñera da un mensaje triste en vísperas de la noche buena, dice: hay que confiar en Dios, en la fuerza del pueblo chileno. Y agrega…para sobreponerse. El pudor me invade como a una adolescente que reconoce, en su sexo, la oposición correspondiente. Un sexo prieto que huele a infamia, a reconstrucción, a cadáveres calcinados en una cárcel.
Soy injusto porque me quedo corto. Yo soy cojo, pero no me vengan con huevadas. Aquí hay gato encerrado en el bunker de La moneda. Hay olor a muerte y ese olor podemos reconocerlo: la tragedia es siempre un espectáculo y los políticos saben de eso. Por eso no hacen nada. Se pasean, de punta en blanco, por los pasillos del congreso nacional tomándose un cafecito, lamentándose, solidarizando. Conocen la realidad nacional, no el margen. Buscan sus votos embaucando a sus señoras y, posteriormente, a la ciudadanía.
La tentación de lo cierto se cuela en el monólogo desaprendido por este gobierno que apela al desastre, al recurso de última hora y a la farándula para hacernos creer que todos somos iguales. A quién, me pregunto yo, porque la verdad es que no escribo de esto para dar respuestas.
Soy inocente. Mi corral permanecerá libre.
Por Carlos Peirano
Fotos: Prensa Presidencia de la República