A 91 años del inicio de la era Mingus
MÚSICA
Hay que partir señalando que si a Ellington se le atribuye la invención de casi todo lo que hoy conocemos por Jazz, a Charlie Parker el genio ilimitado, a John Coltrane el corazón y la mística, a Miles Davis la visión infinita hacia lo que estaba por venir, entonces concordemos en que a Charles Mingus le correspondió llenar a esta música de carácter e imaginación, además de un inconformismo totalmente luminoso.
Un artista radical en su propuesta musical y cultural, rompiendo estructuras melódicas y comerciales, siempre provocando o más bien defendiendo una propuesta artística muchas veces incomprendida y atacada, tanto como sus ideas sobre el racismo y la explotación a la que eran sometidos los músicos negros, llegando incluso a fundar su propio sello discográfico y con el cual registró el que quizás es el concierto de jazz más memorable de la historia, el Jazz at Massey Hall de 1953, con Powell, Mingus, Roach, Parker y Gillespie.
Un verdadero activista, de la vida y la música. Amo y admiro la obra de muchos en el Jazz, pero por una u otra razón siempre vuelvo a Mingus, a sus inclasificables discos, como buscando infinitivamente las señas de un lenguaje todavía tan rico como inabarcable; porque si Ellington es el swing, Charlie Parker el bebop, Coltrane el hard bop o el free, Miles Davis el cool o el jazz rock, Mingus siempre será sencillamente Mingus, un estilo en sí mismo, indefinible para los críticos de jazz que a él tanto le disgustaban, una obra hecha a mano, con coraje, mucho sudor y la más grande cuota de talento e imaginación jamás; un personalísimo y perfecto camino abierto y que nunca ningún músico se ha sentido con el coraje de poder continuar con dignidad.
A 91 años del nacimiento de Charles Mingus (1922 – 1979) uno de los más agudos y trascendentales músicos del siglo XX, 7 discazos para celebrarlo.
Pithercanthropus Erectus (1956)
En 1959, Miles Davis hizo historia grabando “Kind of Blue”, el disco de jazz más influyente de todos los tiempos y donde a través de la improvisación modal consiguió que sus músicos grabaran perfectas canciones sin haberlas oído nunca antes. 3 años antes, en enero de 1956, Charles Mingus ya hacía lo mismo pero sin la estructura modal de por medio. Entonces, reunió a sus 4 músicos en los Atlantic Studios, en Nueva York, les explicó un poco lo que quería trabajar, la onda y las líneas generales de cada pieza y a tocar se ha dicho, el resto fue sentir la música y escuchar el momento, o viceversa. La primera obra maestra de Mingus nacía de la improvisación de talentosos hombres comandados por el más importante director musical desde el reinado de Duke Ellington, un líder disparado hacia las alturas del género y reclamando su lugar en la historia con piezas tan desconcertantes como poderosas. “Pithercanthropus Erectus” es un disco ciertamente no perfecto, pero que alumbró al mundo las posibilidades y el genio de un músico que iba a revolucionar hasta nuestros días la manera de componer y dirigir en el género.
Mingus Ah Um (1959)
Charles Mingus editó 3 obras cumbres de su carrera en un solo año, (Blues & Roots”, ”Mingus Dibasty” y éste, el compendio perfecto de aquel periodo. “Ah Um´ funciona como registro contextual de un Mingus a caballo tanto de las tendencias musicales de su tiempo, como de su infatigable búsqueda e inconformismo. Este disco junto a un magistral septeto rinde tributo al Blues, al Swing, Bebop, al Gospel, al Hard Bop, soslaya a ratos el Free, pero sobre todo rinde tributo, como prácticamente toda su obra (salvo las reiteradas menciones a Duke Ellington) a él mismo. En este disco hay sólo composiciones propias, aparecía por segunda vez a su lado el impresionante Brooker Ervin y contiene canciones como “Better get it in your soul”, “”Goodbye Pork Pie Hat”, o “Boogie Stop Shuffle”, capaces de pelear su lugar sin condiciones en cualquier antología jazzera que se precie como tal. Este es Él álbum para salvar del cataclismo y quedar asegurado con 12 de los mejores paisajes y caminos del universo Mingusiano.
Mingus at Antibes (1960)
Tenía que haber un disco en directo. Y buenos las hay por montones, pero me quedaré con este bombazo lanzado en Francia para el famoso Festival de Antibes. Mingus se deja caer con un programa que articula su concepción musical frente a la contingencia musical de entonces, cuando se enfrentaban la tradición y le modernismo impulsado por las ideas que pretendían superar el hard bop. Y el mensaje quedó claro, pase lo que pase en el Jazz siempre estará su figura para acercar posturas pero con el único fin de hacer de ese encuentro un estallido tan demoledor como luminoso, para que finalmente gane la música. El público en el palco no sabe si aplaudir o rabiar, escuchan swing pero con una furia inusitada, de pronto el free jazz se vuelve melódico, se escucha en el tema What is love? a un asistente señalar que “eso no es jazz”, Mingus está atento a todo pero le es absolutamente indiferente, él sólo cumple rompiendo con la complacencia y abrazando la honestidad que siempre le caracterizó, se encarga él mismo del piano y el contrabajo, tiene a su lado a Eric Dolphy, Brooker Ervin y Ted Curson en los vientos, a su inseparable Dannie Richmond en la batería, quizás el puñado de músicos que mejor entendió sus ideas, no hay nada de qué preocuparse y como si fuera poco, sube a escena al genio de Bud Powell para interpretar con él “I’ll remember April”. Insuperable.
Charles Mingus Presents Charles Mingus (1960)
Charles Mingus sentado al piano en la portada de un disco sin piano. El más carismático de los músicos de jazz quebraba la tradición una vez más en una era donde grabar sin la solvencia armónica de las teclas era lo más parecido a tirarse de un avión sin paracaídas. Y para hacerla más compleja, arma un concierto sin público en el mismo estudio de grabación para grabar todo de una sola vez pero sin las interferencias de los aplausos y el ruido ambiente un 20 de octubre del año 1960.
Al mismo tiempo, reforzaba su carácter agitador y sus principios sociales. Ya librado del conservadurismo del sello Columbia, aparece aquí íntegra la pieza “Fables of Faubus”, su homenaje al Gobernador de Arkansas, Orval Faubus, quien en uno de sus tantos arranques de xenofobia llegó incluso a prohibir en 1957 la integración de blancos y negros en las escuelas. Durante 13 minutos Mingus y sus muchachos ensayan una bufonesca fábula melódica y hasta se dan el tiempo de alternar punzantes diálogos donde lo menos que le achacan al trasnochado Gobernador es el de ser un enfermo, ridículo, estúpido, nazi y fascista. Y tampoco se salvan por cierto el Ku Klux Klan, Eisenhower y Rockefeller. Suave. Una pieza clásica en la amplia discografía de Mingus y que en concierto llegaba a durar hasta 30 minutos.
Pero el disco claro es mucho más que esta anécdota contestataria. “Charles Mingus presents Charles Mingus” repite el plato de Antibes con Dolphy y Curson en los vientos, hace de la deconstrucción un arte y ubica al bajista a la vanguardia de algunos de los más profundos cambios que el mundo del Jazz había sufrido desde el tumultuoso y fecundo año 1959. Mingus lo considera su primer álbum Free Jazz, y la historia a la larga le dio la razón. Aún cuando el camino lo había abierto 4 años antes con “Pithercanthropus Erectus”, es aquí donde el maestro le dedica el espacio y tiempo necesario a la libertad de una tendencia que aún no existía en ningún almanaque, pero que sin quererlo estaba ayudando a desarrollar junto al estallido que un año antes había significado el impacto de Ornette Coleman y su estruendoso “The shape of jazz to come”.
The Black Saint and the Sinner Lady (1963)
Mingus, el inolvidable contrabajista, el inigualable compositor, el vanguardista director de orquestas o de grupos reducidos, incluso el virtuoso pianista (que llegó a grabar el piano para un disco de un tipo que siempre tuvo a los mejores sidemena su lado, el perfeccionista Miles Davis). Todo eso y más se encuentra en esta, una de sus obras más perfectas y aclamadas, la primera Danza para Ballet escrita para una BigBand de Jazz. 10 músicos rodean a Mingus en esta aventura: 2 trompetas, 1 trombón, 1 tuba, 3 saxos, 1 guitarra y la rítmica habitual de sus eternos compinches Jaki Byard al piano y por supuesto Dannie Richmond en la batería. Es esta su apuesta más sinfónica y también un verdadero compendio de todos los capítulos de su obra; y si algunos creían qua ya a estas alturas estaba absolutamente loco, el hombre respondió agregando un comentario de su sicoanalista en el librito del disco. “Y la próxima vez – amenazó – se lo pediré a mi taxista”. Notable !
Duke Ellington , Charles Mingus y Max Roach; Money Jungle (1962)
Al maestro de maestros, el señor Duke Ellington se le ocurrió el lujo de convocar a dos de los más importantes músicos del Jazz para interpretar 11 piezas suyas y lograr un álbum sencillamente avasallador. ¿Que llevó a Ellington a volver a trabajar con Mingus, sobre todo luego de haberlo hecho entrar en la historia como al único integrante despedido de su orquesta debido a su conflictivo carácter? Seguramente la certeza que se iba a construir algo insuperable, porque a pesar de los dolores de cabeza el gran Duke ya tenía claro que Mingus fue su alumno más aventajado desde la innovación y la dirección orquestal.
Sean cuales fueran las verdaderas razones, la tensión aquí parece reinar en todo momento tanto como el blues, con una sana provocación sonora y verdaderos duelos entre el punzante y percutido bajo y un piano muy arriesgado e interpretado como nunca antes se había oído en Ellington, cerca, muy cerca del free jazz pero cargando siempre con el mejor swing cuando se hace necesario. El más sublime ejemplo de ello lo constituye el tema que le da el nombre al álbum, “Money jungle”; una de las dos o tres mejores sesiones de jazz que he escuchado en toda mi vida. Una verdadera declaración de principios tanto de lo que era aún capaz de lograr quien ya lo había inventado casi todo en el Jazz (Ellington); como del hombre que le dio el verdadero carácter a esta música de negros (Mingus), hablándole de igual a igual (y a veces hasta provocándolo) a su más grande ídolo. Y en medio de todo, el inolvidable Max Roach, otro del lado del Bronx, sosteniendo todo con sus platillos y tambores y un ritmo infatigable. Hay quien señala que la cara de disgusto de Mingus en la portada lo dice todo respecto a las verdaderas ganas de querer asesinar a alguien durante el disco, si esto es así yo creo que lo único amenazado dondequiera que tocase Mingus era cualquier asomo de tradición, conformismo y autocomplacencia, porque durante todo el disco es posible escuchar a cada uno de los músicos dando lo mejor de sí, como si a esa altura de sus brillantes carreras, tuviesen que probarle algo a alguien. Un discazo sin desperdicios.
Cumbia & Jazz Fusion (1977)
Mingus tenía el mestizaje en la sangre. Había nacido en Nogales, Arizona, muy cerca de la frontera con México, otros dicen que en Cuernavaca, sus abuelos maternos poseían nacionalidades chinas y británicas mientras que los paternos eran de origen sueco y afroamericano, según él mismo la mejor grabación que había hecho fue su disco “Tijuana Moods” (1057), así es que su fusión entre la cumbia y el jazz no es tan sorprendente ni rebuscada como se pretende. Más tomando en cuenta la versatilidad de su obra, no es raro que hubiera seguido experimentando con otras mixturas si la muerte no se lo hubiera llevado apenas dos años de haber grabado un registro de esta naturaleza.
20 años antes, hay aquí un antecedente directo para las congas pensantes e incomprendidas que Jorge González lanzó al mundo en 1997. Uno de sus discos más experimentales (otro más!!) dentro del catálogo Mingus pero que (o por eso) no despertó interés mayor en la crítica y el público hasta sólo hace algunos años, donde las nuevas generaciones y el rescate y auge de la cumbia en lo popular han reubicado esta cumbre en el lugar que siempre le correspondió.
Por Rodrigo Acuña