Chile y El Golpe
FRAGMENTOS MENTALES
Amaneció nublado. La bruma llegó con ellos. Venían en sus vehículos, con pintura de guerra, poco antes de las 6 de la mañana. Amanecía pero no. Eran cañones, fusiles, armada. La madrugada tenía un seco sabor de sangre fría, por eso el tiempo nos pareció congelado, nos quedamos por siempre de noche, en un estado inconcluso. Pensamos en la fábrica. Nuestra misión, nuestra trinchera, dejada a su suerte, con nosotros lejos, escondidos en nuestros cuerpos matinales.
Al frente había un líder carismático, inteligente, quizás el último representante de una clase política ya extinguida. Su férrea defensa del programa de gobierno dice mucho sobre la táctica que él, en su genio indiscutible, concebía como única posible. La vía pacífica, dentro del cauce legal, con todas sus contradicciones. Un programa que al partir satisfaciendo las necesidades de las grandes mayorías, terminaría por allanar el camino hacia algo más. El socialismo, esta vez con todos sus fantasmas.
La cortina de hierro, las caricaturas y las subculturas como larvas enajenadas, iniciaron su transmutación hacia el odio parido y fratricida. Ese odio siempre existió, sólo que esta vez el clímax se perpetró y coincidió como una gran orquesta coordinada que actuó en todos los planos, de todas las formas posibles. Así, ya en la madrugada del 11 empiezan a ser torturados y fríamente ejecutados los obreros en las fábricas, los campesinos en el sur, éstos últimos por terratenientes armados y ex dueños de fundos requisados.
No, no fue sólo el ejército el que actuó. Civiles, muchos civiles aprovecharon el minuto de caos y acribillaron mapuches y campesinos por la reforma agraria, y mineros y pirquineros por las nacionalizaciones, y obreros y mujeres por la requisa industrial. Fue un ojo por ojo brutal, un bestiario histórico de la mano pesada de nuestros antepasados, que castigaban a sus hijos a golpes por poner los codos en la mesa o contestar a los mayores. Chile, esa invención blanca de los conquistadores y sus vírgenes, se retrató y se sigue retratando de cuerpo entero.
Se castiga a la peonada, se le paga mal, se le desprecia por fea, por hedionda, por borracha, pero sin embargo son ellos los que sostienen el trabajo de la industria. El antagonismo de la riqueza fue superado por el antagonismo de la clase, pues una clase no necesitaba más de la otra, pero la otra sí necesitaba su antagónica para que trabajara sus fábricas, sus campos. La solución fue matar, fríamente, desde el mismo 11 de septiembre, pero matar la conciencia de la clase obrera que ya apuntaba a la inutilidad de la otra clase, la patronal.
Cuánta sangre tuvo que correr para tener el actual desarrollo económico. Finalmente quién vive bien ahora, en este país de oportunidades, sentido ambiguo de un libre mercado desregulado. Ya tenemos un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y con casi todos los países del mundo, somos exportadores de materias primas, mano de obra barata, una rígida mano invisible que todo lo rige. Como si los países no pudiesen cambiar, como si no existiera la libre determinación de los pueblos, en cualquier momento de la historia.
“Es nuestra confianza en nosotros lo que incrementa nuestra fe en los grandes valores de la Humanidad, en la certeza de que esos valores tendrán que prevalecer, no podrán ser destruidos”. Allende en la ONU, 4 dic.1972.
Esa es una cualidad humana, buscar, superar y dominar las condiciones adversas. Para el pueblo chileno, alguna vez, esas condiciones adversas fueron la pobreza más indigna, material y espiritual. Para la oligarquía, fueron la conciencia nueva de esa pobreza, su levantamiento como una gran federación de poder, sus referentes culturales que hacían muy bien el trabajo, suficiente para responder con la lógica del asesinato en masa y espíritu, sobre todo de ese espíritu que generó todo lo demás.
Quema de libros. Despido de cientos de profesores universitarios. Asesinato de Víctor Jara. Prohibición de las melenas en los hombres. Prohibición del charango y de cualquier otro instrumento musical andino. La barrera cultural establecía sus primeros referentes en aburridos programas de concursos, transmitiéndonos inconcientemente la mentalidad del nuevo Chile, la competencia, la sana competencia que siempre tendrá perdedores, los pobres, los que no se la pueden, ellos, los feos.
Para que la herida deje de sangrar, nada. No hay nada. Cine, libros, música, memoria, arte callejero, un país más libre, educación gratuita, estatal, de calidad, ancianidad digna, un hospital como el que Allende soñó para los trabajadores, y que quedó a medio construir, ahí, en la mitad de una población, como una macabra metáfora del proyecto inconcluso, condenado a la ruina. Un pedazo de los lentes del presidente muerto, en un museo. Su ideario, recobrado en la voz de una nueva generación, sin miedo, sin partidos.
La memoria es un ejercicio permanente. Que esta fecha sirva para retomar los ideales de lucha de los que ya no están, de los que murieron por algo. No es coincidencia la injusticia social que impera. No es coincidencia que la mitad no entienda lo que lea. Hay un antes y un después, pero también un ahora donde sabemos cómo, cuándo y porqué se destruyó la democracia. Pensar el país no es destruir la democracia. Ojalá hayamos aprendido la lección. Sobre todo ahora que queremos una Asamblea Constituyente.
Por Absalón Opazo
CITA TEXTUAL
(Neruda en su lecho de muerte, diez días después del golpe, me lo contó su interlocutor, único visitante esa tarde, el toque de queda espantaba a los amigos disponibles, la mayoría estaban escondidos, había algunos muertos. Dijo: “Ponte a los pies de la cama para verte. No puedo torcer la cabeza. Ándate de aquí apenas puedas. Están matando mucha gente. Tienen necesidad de matar para que puedan dominar los mediocres. Matarán mucho. Mandarán los mediocres, dominarán en todo los mediocres. Y cuando ya no puedan matar más, entonces se pondrán benévolos, los gobernantes besarán a los niños pobres en las poblaciones. Pero entonces serán más peligrosos que nunca”).
Armando Uribe