La representación de un dilema

EL CONVIDADO DE PIEDRA

Por que de la lengua, y no de la palabra, es que surge el equívoco, ninguna arremetida tendrá su templo. No sería de extrañar, por tanto, la irrupción paladeada por un sexo gustativo. Una especie de prefiguración del órgano vencido, del orden atávico carente de sentido. Tanto cúmulo arbitrario de desvelos, de angustiosas recaídas, para luego no entendernos. Hay en toda vocación una sospecha. Yo escupo al hablar, me atrinchero en la imperfección del sujeto. Blando esta lengua juiciosa para urdir mi secreto. Repito, trepido y margino del verbo su sorda inconstancia, y no me arrepiento: he disecado a mis anchas la lengua traposa escribiendo a través de sus signos.

Por Carlos Peirano

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