Quizás

EL CONVIDADO DE PIEDRA

Voy a escribir como si imitase el movimiento de un animal fabuloso o metiera una de mis manos en la arena para sopesar su extraña consistencia. Voy a escribir esto con la ferocidad de un autómata encerrado en una pequeña caja que tiene puertas y ventanas. Voy a mirar los atardeceres apesadumbrado, con la frente en alto. (Voy a escribir orgulloso cientos de epitafios. Voy a transformarme con ese dolor impostado.) Quizás un día lejano, brumoso como pocos, lo que escribo sirva para acosar a los aduladores, y a los críticos, que nadan a orillas del mar sin aventurarse en la inmensidad del océano calcáreo. Y mi carácter probablemente se volverá tosco y no tendré razón que valga frente al auditorio. Y el día puede que no abra. Y yo volveré a escribir sobre las raíces de los árboles y de la noble materia que anida en las quebradas. Voy a escribir, repetiré. Acumular impresiones será mi obsesión, mi trabajo y mi jaula. Voy a escribir sobre los viajes que realizaron los antiguos navegantes. Voy a realizar mis propios viajes sin siquiera abrir la puerta de la caja. (Ningún premio, ninguna mención honrosa.) Y llegará el momento irremediable en que escriba. Y voy a intentar hacer que el lenguaje se repliegue sobre sí mismo mostrándome su peor cara.

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Por Carlos Peirano

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