Aquello que merezco
DIARIO DE MI VIDA
Las llamadas telefónicas. La gente que se despide. Los mensajes infructuosos. Las horas de la noche. Las salidas de madre. El maltrato innecesario. La rabia contenida. El dolor y la caída. Lo que uno pretende que funcione. Los días contados. Mi piel y la caspa. Los saludos displicentes. Los restos de los retos. Los audífonos y sus canciones. El cuerpo agarrotado. La alimentación mediocre. Las mujeres y sus voces. La felicidad de no entenderse. Los cuadernos desechados. La facilidad con que uno logra engrupirse. Los amigos que desaparecen. El océano y el horizonte. La poesía haciendo que todo se vuelva leve. Las instalaciones. Los pájaros y los márgenes. La familia y sus contactos. Los recuerdos anulados de manera permanente. El placer enorme de rascarse. Las palabras que sacan palabras. El cantón inmaculado de la sangre. Las fotos que tienden a desenfocarse. Las drogas y los manuales. El lamento de los árboles. Las junturas y los sillones. Los amplios arrebatos. El espacio y las nubes injustificables. El calor del desenfado. Las cuentas pendientes. Los acentos y el silencio. Los estudios transparentes. La creciente inmadurez del envejecimiento. Los recortes de revistas. Los paseos matinales. Las invitaciones desperdiciadas. Los abrazos nunca dados. La extraña sensación de despertarse. Los niños alados. El transporte público atestado. Las botillerías resplandecientes. El televisor apagado. El aroma del desagüe. La regularidad inquisitoria de las cortes. Las discusiones que terminan a golpes. Las pepas de los limones. La feria y los feriantes. La playa de estacionamientos. Algunos sótanos enmohecidos. La intimidad sin digresiones. Las techumbres que perdieron sus flamantes hendiduras. Toda la tierra metida en las uñas. Los alargadores.