La humanidad del patrimonio

EL DIQUE

Un NN sale de una de las cloacas de Valparaíso, a escasos metros de la Plaza Sotomayor, con toda la calma que le permite su enorme cabeza pioja-rastafari cubierta por un gorro inmundo de tanto vagabundeo por los cauces subterráneos del patrimonio porteño. En la superficie lo espera un carro de supermercado destartalado y cargado de bultos tan innombrables y sucios como su gorro. Al salir NN cierra pausadamente la reja que cubre el socavón en la vereda. El sol de una primavera antojadiza le da directo en la cara, que se arruga mostrando su inexistente dentadura, mientras a unos metros, insignes marinos resguardan el monumento a los más heroicos héroes de leyenda.

En el otro extremo del patrimonio, hombres de oficios invisibles se reúnen bajo la avenida Argentina, frente al ascensor Polanco. Justo antes de que la avenida se bifurque hacia la salida de la urbe, nuestro propio underground se hace carne en otro cauce bajo el pavimento. El último en bajar cierra la tapa y desaparecen para el resto de la humanidad que circula y habita la superficie. Entre ratas que cada tanto merodean y un hilo de agua que corre por el extinto canal de las Delicias, los subterráneos comensales emulan un happy hour después de la pega, esa pega impredecible, sin nombre y sin rol, que bien puede ser un día enganchar o desenganchar trolleys del tendido eléctrico y al siguiente cargar bultos en la feria. Ahí, en el cauce arenero se juntan a conversar, chupar, divertirse… y si las circunstancias acompañan, alguno tendrá algo de dulce compañía. A otro la suerte sólo le alcanzará para dormir la mona en un sueño underground.

Arriba, la calle no se detiene y los buses interurbanos escupen pasajeros en tránsito permanente, adormecidos por un flujo incesante que no les permite el beneficio de la contemplación, ese bien gratuito y escaso que ninguna política pública es capaz de resguardar.

Dos espacios que no se comunican, que no se encuentran, dos estados del patrimonio, tan alardeado por las autoridades … la vieja historia, los de arriba y los de abajo … y los de abajo, por cierto, incorpóreos, inexistentes.

No es ficción. La humanidad del patrimonio también está allá abajo, entre desperdicios y guarenes y es justamente el reflejo invertido de nuestro patrimonio de la humanidad.

Subiendo web

Por Hilda Pabst

Deje un comentario

Debes estar conectado para enviar un comentario.