Hasta siempre, Marco Herrera
SOBRE MOJADO
Con una pena indescriptible despedimos a nuestro querido amigo y cavilante, Marco Herrera. Colaborador de la revista durante prácticamente todas sus etapas, en el último tiempo había logrado establecer un interesante vínculo entre los jóvenes estudiantes de periodismo a quienes hacía clases en la Universidad Viña del Mar, y Cavila. Gracias a sus gestiones – y enseñanzas – los chicos pudieron publicar sus textos en nuestras páginas: para muchos de ellos ese fue su debut profesional en un medio y una motivación muy importante en este largo y difícil camino del periodismo.
Por eso, en esta hora triste, donde lloramos la partida física de Marco, creemos que el mejor homenaje para nuestro amigo es compartir sus textos, repartidos en las distintas ediciones de Cavila, tanto en el impreso como en la web. Los invitamos a leerlo y a sentirlo, para así mantener siempre viva su llamita en este mundo.
Buen viaje Marco, ya volveremos a cavilar juntos otra vez.
JULIETA*
Por Marco Herrera
Me alegro cuando te veo sonreír. Tu único diente parece un náufrago en tu pequeña boca. También me hacer reír cuando tozudamente intentas salir de la cuna. Te aferras al borde. Te sientas y nos miras con cara de pocos amigos. Insistes y no nos queda más remedio que despertar de una vez y traerte a nuestra cama. Yo me doy vuelta. Te doy la espalda porque sé que no te gusta. Empiezas a tirarme el pelo y a darme golpecitos en la cabeza. Si no te hago caso, pasas a la acción directa y me lanzas un fuerte gruñido. No me queda más que darme la vuelta, aún con sueño, y tú me sonríes. Volviste a ganar, me das un beso y me acaricias suavemente la cara.
A veces también me enojo. Y mucho. Cuando apurado por tu impaciencia te preparo la comida y el postre. Tienes hambre, lo sé, y trato de explicarte que no soy un as de la cocina. Pero a ti eso te da igual. Se trata de tu estómago y no de mis torpezas. Luego me haces enojar mucho más cuando te doy de comer. Mis pausas no son tus pausas. Debería saberlo a estas alturas. Es cierto, pero ese descuido no te da derecho a lanzarme la comida y mancharme la ropa recién lavada. Y sé que lo haces porque sabes que me irrita. Porque te he visto reír de buena gana, cuando me ves sacándome los restos de zapallo, acelgas y zanahorias de la cabeza.
Pero muchas veces nos reímos juntos. Cuando a escondidas bailamos y cantamos los temas de Rubén Blades o vemos clandestinamente Los Simpsons. Todavía recuerdo lo bien que lo pasamos con los partidos del mundial de fútbol. Qué pena que se terminara. Y sé que en el fondo de tu corazón querías que Chile le ganara a España, a pesar de tu mamá y de tu doble nacionalidad. Nos reímos también cuando salimos a pasear los domingos por el cerro y la gente te hace caritas. Tú les sonríes amable (tengo que confesar que poco me gusta tu comportamiento políticamente correcto), después mueves la cabeza y el dedo índice como diciendo: “¡qué les pasa a estos!”. Lo divertido es que siempre nos regalan chocolates. Y como no te dejan comerlos, ahora gano yo. Pero tú también ganas cuando don Nico te recita poemas en italiano en los catorce asientos. Tú lo miras embobada y yo me pongo celoso. Y te ríes y nos reímos de regreso a casa.
Aún tengo grabado en la memoria el día que me dijeron que habías nacido con síndrome de down. Recuerdo que lloré. ¡Qué imbécil fui!
*Publicado en CAVILA Nº22
Octubre 12th, 2015 at 6:51 pm
Un grande.
Simplemente.
<3
Octubre 12th, 2015 at 7:55 pm
Hasta siempre Compañero!! Tus sabias y bellas palabras estarán para siempre en nuestros corazones…
Octubre 12th, 2015 at 9:05 pm
Buen viaje, Marco. Mis respetos.
Octubre 12th, 2015 at 10:12 pm
Aun recuerdo el día que lloraste. Recuerdo también que esa noche nos fuimos en grupo por ahí como tantas veces. Mientras algunos amigos bailaban, nosotros terminamos hablando de la vida como dos ebrios de cualquier boliche porteño, sintiendo que estábamos en algún rincón de Balmaceda a las 5 de la tarde. Recuerdo que te dije que eso que te pasaba, no era por lo que pensabas. Te dije que eso era lo mismo que nos pasaba a nosotras cuando nos enfrentábamos a tanta belleza y tanto amor al sostener un hijo por primera vez solas en casa. Uno llora de miedo a no ser capaz de proteger lo suficiente. De emoción. De amor de ese que te desborda. Ese que luego supiste reconocer en cada momento que estuviste con ella y la viste crecer. Me gusta leerte. Es como si estuvieras donde mismo. Un abrazo Marco.
Octubre 13th, 2015 at 11:28 am
Estimado Marcos: los breves momentos que compartí contigo, en alguna de las muestra pictóricas en la galería Utópica, nunca busqué la oportunidad de expresarte mi gratitud por esa inmensa amistad que le entregaste incondicionalmente a mi querido hermano Luis. Pero, pude dimensionar lo que significas para él, al momento de enterarse de tu enfermedad y ahora al momento de tu partida. Sentir su dolor, su tristeza, su impotencia de no poder tener una solución, una respuesta, me habla claramente del gran amor fraternal que siente por ti. Gracias Marcos por quererle y gracias por el amor que sembraste en tu paso por éste mundo. Sin duda será tu huella imperecedera. Buen viaje y hasta siempre
Octubre 13th, 2015 at 12:18 pm
Tuve la suerte de conocer a Marco, cuando venía arrancando de la PUCV, quería terminar de estudiar Periodismo y él me acogió, me advirtió las consecuencias, pero al mismo tiempo me motivó con las tertulias que organizaba. Fue el primer profe que me motivó e inspiró a escribir, entendiendo que el periodismo no es más que contar una historia.