Poniéndole cara a la basura
MAL HUMOR
“Señor, señor, se le cayó un papel al suelo”, le digo a un hombre que descaradamente tira un envoltorio de ramitas al piso. Me queda mirando con cara de perro y me hace un desprecio para luego seguir su camino. Lo sigo y le digo “oiga, si tiene un problema con botar su basura yo no tengo problema, me la pasa y la dejo en un papelero”. Me queda mirando nuevamente como diciendo y este imbécil quién se cree para decirme lo que tengo que hacer. Nuevamente se da vuelta sin decir nada y con cara furiosa y actitud prepotente sigue caminando como si uno no existiera. “Señor, señor” le insisto gritando, “de verdad si usted no quiere tirar su basura al papelero lo puedo hacer yo, no me molesta que la ciudad esté limpia”. El tipo apura más el paso al ver que ya estamos llamando la atención de otros transeúntes, le grito nuevamente y con intención ya de avergonzarlo delante de los demás: “Señor por favor no bote más papeles a la calle, ¿acaso le gusta que la gente vaya a tirar basura a la puerta de su casa?”. El tipo se da vuelta y con la mano en alto y empuñada se dirige hacia mí, y gritando me dice “¡qué te creí gueón pa venir a decirme lo que tengo que hacer!” A unos dos metros de distancia lo comienzo a increpar: “Viejo sucio tení como 40 años y todavía te gusta vivir en la basura, cuando te mueras te van a tirar tu basura de ramitas encima, viejo sucio”.
La gente en el Parque Italia comenzó a detenerse para mirar el espectáculo, los estudiantes sentados en las bancas de la plaza gritaron incoherencias riéndose a carcajadas. El hombre entre enfurecido y avergonzado dijo “si te pillo te mato gueón”. Luego se dio la vuelta rápidamente y se fue, tratando de escabullirse entre el público que miraba en la feria artesanal, mientras yo gritaba “viejo cochino, viejo cochino, te voy a ir a tirar la basura a la puerta de tu casa”.
No pasaron 30 segundos y la tensión se había disipado, el hombre desapareció y yo quedé ahí parado entre rabioso y orgulloso de haber hecho lo que tenía que hacer. Observé a mi lado y todos los transeúntes que habían visto la escena ya no estaban. Los escolares seguían en sus sandeces riendo y tirando las colillas de sus cigarros al suelo. Más allá, y como una lección de vida, un niño muy lindo que caminaba con su madre por Pedro Montt dejó caer el envoltorio de su cereal al piso.
Más tarde, en nuestra reunión de pauta semanal, relaté el episodio con una sensación de impotencia, conversamos y otros contaron sus experiencias al respecto, y llegamos a la conclusión de que la basura no tiene cara y a simple vista responsable directo. Por eso debe ser que no pude recordar el rostro de aquel hombre que increpé, ni de los escolares con sus colillas, ni aquella madre que no le enseña a su hijo. Sólo recuerdo los colores y brillos de los papeles y envoltorios arrojados a las calles de mi ciudad, Valparaíso.
Por Waldo Burgos