En el cine con Lacan

ESQUEJE

La psicoanalista argentina Stella Jiménez, quien actualmente reside en Brasil, coordina la compilación “En el cine con Lacan”, donde a la par que se lee un cierto número de películas, se usa a las mismas para ilustrar algunos conceptos de la orientación lacaniana y se las estudia según los protocolos de la topología de esa orientación.

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Un prólogo de Bernardino Horne sitúa la cuestión y deja el paso -para este volumen publicado por la editorial Grama- a una serie de textos de Angelica Bastos, Cristina Frederico, Angelica Cristina Figueredo, María Inés Lamy y muchos otros.

Si el énfasis de los trabajos está puesto en la falta de proporción sexual, las películas elegidas no se reducen o nunca se reducen a esa o cualquier otra interpretación. “La piel que habito”, de Pedro Almodóvar; “Habemus papam”, de Nanni Moretti; “El viaje del capitán Fracassa”, de Ettore Scola; “Vincere”, de Marco Bellochio; “Gattaca”, de Andrew Niccol y “Diario íntimo de Adele H”, de Francois Truffaut, son algunas de las películas diseccionadas en estas páginas. Agencia Télam conversó sobre esto con Stella Jiménez.

T: Alguna vez Jean-Luc Godard dijo (o escribió) que filmar una relación sexual era imposible, incluso para el porno. Estos ensayos parecen estar atravesados por esa cuestión (Godard especificaba que relación no era lo mismo que acto). ¿Qué puede decir de esa suerte de aforismo y de los textos acá reunidos?
SJ: Creo que a Lacan le gustaría mucho esa afirmación de Godard. Cuando Lacan afirma “no hay relación sexual”, no se refiere tanto al acto sexual como al hecho de que no existe una correspondencia sexual entre dos sujetos, sean del “sexo” que sean: cada sujeto se relaciona con sus propias zonas de goce, con sus propias fantasías. Esa fórmula se desdobla en que las palabras hombre y mujer no consiguen designar a los sujetos. Mucho antes de las teorías de género, que comenzaron en los 70 y que están de moda ahora en nuestros países, Freud y Lacan habían colocado en cuestión la posibilidad de definir la identidad de hombres y mujeres con estas palabras. Freud percibió que hasta el acto sexual estaba comprometido. En “Sobre una degradación general de la vida erótica” (1912) afirma que todo encuentro sexual, aún el más exitoso, es acompañado por una cierta sensación de insatisfacción que lleva a los sujetos a querer buscar algo más, algo diferente, y hasta a crearse artificialmente prohibiciones y deseos imposibles para no confrontarse con esa decepción.

T: ¿Cómo entender que el cine, si entendí bien, es capaz de “poner en escena” situaciones imposibles después de acordar que “la relación sexual no existe”?
SJ: Justamente es por eso que las películas se parecen a los sueños. Los sueños parten de un encuentro traumático; eso está claro en los llamados sueños traumáticos y en las pesadillas. Pero en la mayoría de los sueños ese encuentro traumático está velado por una historia placentera, una realización de deseos. De la misma manera, en las películas románticas los encuentros sexuales muchas veces funcionan. Yo no elegí películas románticas para este libro, sino las que dejan translucir los embarazos de la experiencia humana.

T: Como sea, ¿qué criterio se usó para elegir las películas con las cuales trabajaron?
J: A partir de “encuentros” contingentes con películas que nos cautivaron por algún motivo; seleccioné, en el inicio, las que hablan de la angustia de los seres hablantes frente al sexo. Sobre todo mujeres. Mujeres locas y otras “no totalmente locas”, pero que se enloquecen al encontrarse con “un hombre” en el amor. Después, películas que hablan de otras vicisitudes del deseo: el deseo de “darse a ver”, tan actual en los días de hoy; los problemas con el nombre propio, con los semblantes. El problema que puede producirse cuando la ciencia se olvida de la dimensión humana del deseo.

cine-con-lacan-aficheT: En el texto sobre “Gattaca” se habla de la ciencia y sus espejismos. ¿Pero no es el cine un producto de la técnica, incluso de la tecnociencia?
J : ¡Los adelantos de la ciencia son maravillosos! El problema es cuando la ciencia se olvida de que “no todo” es explicable. La física y las matemáticas percibieron claramente eso: el principio de incertidumbre de Heisenberg en física, por ejemplo; o el teorema de la incompletud de Kurt Gödel en matemáticas prueba eso. Pero eso no es un impedimento para que estas ciencias continúen investigando, sabiendo que la ciencia es una articulación que opera sobre un real imposible de ser totalmente conocido, y que en otro momento una nueva articulación puede llevar a pensar de manera totalmente diferente y hasta opuesta a lo que se pensaba antes. El mayor peligro actualmente son las ciencias genéticas y las neurociencias, que creen poder explicar todo, controlar todo, prever todo. “Gattaca” demuestra la imposibilidad de controlar a un humano, de tratar de encerrarlo en categorías o en palabras. El deseo, la pulsión, el goce, no pueden ser domesticados.

T : En “El tiempo”, film particularmente violento, ese amor femenino, ¿no responde también a un imperativo de sacrificio? ¿Y no es el sacrificio una instancia más de la falta de garantía o del Otro que no existe? Pienso también en la película de Andrei Tarkovski.

J : No me parece que lo que quiere mostrar el cineasta sea la entrega a una causa perdida. Creo que responde mejor a la fórmula de Lacan: “No hay límites para las concesiones que cada una hace para un hombre: de su cuerpo, de su alma, de sus bienes”. No son totalmente locas, dice Lacan, acomodaticias, más bien.

T : Finalmente, ¿existía alguna hipótesis (conjetural o no) de la cual este libro pretende dar cuenta?
J : Dar cuenta, no. La idea es aprender lo que las películas nos pueden enseñar sobre algunos aspectos de la inconmensurable experiencia humana.

Por Pablo E. Chacón
AGENCIA TÉLAM

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