Poemas de Tagore Biram
LITERATURA
El poeta brasileño Tagore Biram vivió los últimos tres años de su vida en el sur de Chile (Tomé), donde se dedicó a la venta de tortillas de rescoldo. Un ser enigmático, según quienes lo conocieron. Su obra, asociada a la tradición lárica, es prácticamente desconocida. Esto, a pesar de haber publicado tres de sus siete libros en nuestro país. Falleció el 14 de junio de 1998, producto de un vómito alcohólico (Fuente, Revista Calabaza del Diablo, julio de 2003).
Los siguientes textos pertenecen al libro “Enderezador de vientos y ciertos poemas de amor”, de 1996.
La estación del mundo
Para Omar Lara
Desde esta tierra distante veo el mundo en donde no estoy
Pregunto por la esperanza, y los cementerios dicen lo mismo.
Parece que estoy completamente perdido. Estoy perdido.
Ya no comprendo el mundo. Y el mundo se va alejando de mí.
Parece que alguien, en cualquier momento, debe decirme algo.
Parece que se acerca a mí para articular ciertas palabras.
Las palabras que nacen en el jardín.
El jardín amanecido lleno de tristezas y regalos de los dioses invisibles.
Entonces casi todo está como listo.
Yo pregunto a una piedra qué ocurre.
Qué ocurre con Dios,
que no ha hecho nada para estos que caminan
por la orilla del mar.
No sabrá que estamos hambrientos o sin alimento que diga.
Yo veo que está un poco azul el infinito.
El mar ya volvió con sus árboles.
Sus árboles tan tristes como cementerios sin huesos.
Los pantalones caminan tristes por las calles.
Los pantalones sin las piernas de sus antiguos dueños.
Ahí vamos a mirar las estrellas con sus ojos de plata.
Los peces ya no necesitan ilusiones.
Están listos y perdidos como nosotros en el cielo del mar.
Los caminos seguirán su destino como los cometas sin ruta.
Sucede
Sucede que de repente estoy perdido, perdido
en medio de una carga de improperios arrojada
por el propio Dios en el rostro de la constelación.
Hay cachorros heridos por ahí,
perros pulguientos de abandono,
perros silenciosos.
Y hombre, ay hombre que no volverán a sonreír.
Porque sus huesos enfermos están ahí.
Enterrados en esta tierra sucia.
Sobrevolada de pájaros risueños.
Los perros
Hay noches en que el ocaso me vigila
y su mirada es implacable para mis cantos obscenos.
Dentro de la noche y los límites de la vida,
me ha concedido el destierro antes de ser mordido por la muerte.
No tengo más tiempo, no tengo más tiempo
para masticar flores por los caminos lentos.
Masticar hojas de hierba por los caminos lentos.
Pasear lentamente por el campo imaginando el prado.
Es amarga la esperanza, compadre,
es amarga la existencia.
La ampolleta disuelve mi aire oxigenado
en pequeños caracoles por el espacio,
este espacio espantosamente claro para mi fe.
Pero nadie puede impedir mis infinitos.
Y de una sola cosa estoy preocupado:
¿sabrán los perros contestar mis gritos?
Utilidad pública
Estoy desaparecido.
Diciembre 10th, 2016 at 12:17 am
Recordé q conocí a este señor. Una noche caminando por Alameda. Leo q falleció y leo si poesía.