¿Por dónde viene la Asamblea Constituyente?

ALDEA LOCAL

Es normal que en la sociedad de mercado nos pasen gato por liebre. El capitalismo, consiente de la estafa que ofrece, necesita maquillarla, hacerla parecer que es todo lo contrario, para que podamos creer su relato, o al menos no cuestionarlo. Un ejemplo; La industria de la carne asesina de forma brutal 300 animales por segundo solamente en los mataderos de Estados Unidos. Para compensar esta poco publicitaria realidad, las empresas adornan sus productos con imágenes de pollos y vacas pastando libres y sonrientes. Otro ejemplo; Durante el gobierno de Ricardo Lagos Chile compartió el top ranking de desigualdad mundial con Estados fallidos africanos. ¿El eslogan de la campaña de Lagos?: “Crecer Con Igualdad”. Al momento de encarar la trampa, ya sea política o económica, el Capitalismo busca trasladar nuestra mente al polo opuesto de lo que en realidad estamos a punto de consumir.

Hace solo algunos meses, como una forma de apaciguar la movilización social por la urgencia de una Asamblea Constituyente, el gobierno presidido por Michelle Bachelet anunció con bombos y platillos el comienzo de un inclusivo y democrático proceso constituyente, que buscaría incentivar la discusión ciudadana en torno a nuestra carta magna y la posibilidad de crear una nueva. El himno de este programa decía “Conversar, escuchar tu opinión, renovar nuestra hermandad, corazón para hacer constitución”. El lunes pasado Bachelet anunció el envío al congreso de un proyecto de ley para formular una Convención Constitucional, una figura diferente a la de la Asamblea Constituyente, y que descarta de plano su posibilidad. Luego de la serpentina y la challa, la clase política quiere apartarnos del proceso constitucional por el que nosotros pujamos, quiere elitizar la tarea de reconfigurar nuestra Carta de Convivencia, dejándonos sin voz a los que precisamente convivimos. “Una característica propia de una Convención Constitucional es que no pretende un inicio desde cero, un inicio revolucionario, sino que se inscribe dentro del funcionamiento de las instituciones permanentes” explica Patricio Zapata, del Consejo Observador.

Paralelamente a las maniobras distractoras de los gobiernos, las organizaciones sociales van creciendo en consciencia y autogestión. “Una vez más el Gobierno borró con el codo lo comprometido. Esto vuelve a reafirmar que el proceso constituyente era una farsa”. Las palabras son de Tomás Lagomarsino, médico y presidente de Fundación Equidad Chile. Este año la ONG con sede en Viña del Mar desarrolló el programa “AC Joven”, que emula un proceso de Asamblea Constituyente con las mismas características que sugiere la ONU. El experimento social ha captado la participación de cientos de jóvenes a lo largo de todo Chile, que se han inscrito como votantes y candidatos. “Lejos de desanimarnos (la noticia de la Convención Constitucional), refuerza nuestro compromiso y nos llena de energía para continuar adelante. Queremos demostrarles a ellos y a todos los chilenos que una Asamblea Constituyente es el único mecanismo legítimo para entregarnos una nueva Constitución” agrega Lagomarsino. En estos momentos los jóvenes inscritos como candidatos para la AC Joven están siendo capacitados con material preparado por profesores de Derecho Constitucional de la Universidad de Valparaíso, acaso llevando a la práctica la promesa de Educación Cívica que hiciera el gobierno en Octubre del 2015.

Al final de cuentas, el anuncio de este Proyecto de Ley para la creación de una Convención Constitucional será recordado como un burdo saludo a la bandera, ya que además, en un año electoral su avance y desarrollo es prácticamente imposible.

La problemática de base sigue siendo cuánto tiempo más dejaremos en exclusivas manos de la oligarquía el diseño y administración de nuestra sociedad, en desmedro de un empoderamiento social que nos permita autogobernarnos con eficiencia y solidaridad.

Política y Economía se han convertido en una sola fuerza, como alguna vez sucedió con Estado e Iglesia. Parece que, como pueblo, no nos queda otra opción más que también unificarnos.

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Por Alvaro Grunert

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