La doctrina del shock en pequeñas dosis, todos los días
EDITORIAL
La función originaria de los medios de comunicación es informar. Sobre ese lugar común, punto de partida para años de estudios sobre la comunicación y sus efectos en el comportamiento humano, se proyecta otra función semioculta: la generación e irradiación de pequeñas dosis de shock social.
Mucho se ha hablado de la “doctrina del shock”, que en Chile se aplicó a gran escala a partir de 1973 con el objetivo de implantar el actual sistema económico (neoliberalismo), modelo absolutamente extremista cuya aplicación era imposible dentro de un régimen democrático. Así, utilizando el terrorismo de Estado en este caso, la doctrina del shock sirvió para inmovilizar a la población a través del miedo/terror, aprovechando ese estado para avanzar e implementar políticas económicas que serían inaceptables en cualquier país por su obsceno beneficio hacia los grandes capitales.
Eso ya se hizo en Chile, y con el paso de los años, esta doctrina se continúa aplicando pero en otra escala de magnitud. Una de las más específicas tiene que ver con el manejo que realizan los medios de comunicación, principalmente los televisivos, sobre la delincuencia y la seguridad. La inoculación diaria de noticias con alto contenido de violencia, como asaltos, robos, secuestros, peleas y agresiones, va generando en la población una sensación de inseguridad que, paradójicamente, supera en los números a la cifra real de los delitos cometidos. O sea, la gente tiene miedo, vive con miedo, y actúa con miedo. Y el miedo inmoviliza.
En ese sentido, esperar que los medios de comunicación que son propiedad de los grandes capitales cambien su visión, orientación, línea editorial o lo que sea, constituye a estas alturas un pensamiento que supera lo ingenuo, pues precisamente esa es la función de ese tipo de medios. Asegurar y mantener las cosas como están, repitiendo un discurso que viene desde el poder económico y que es amplificado por todo su complejo mediático, armado para esos fines.
La salida frente a esto, más que mandar cartas al diario, pedir derecho a réplica o hablar por las redes sociales contra Las Últimas Noticias o La Estrella, es poner la mirada en otros medios. Valparaíso en ese sentido, cuenta con una buena escena. En el dial, hay por lo menos cuatro radios alternativas, en contenido y música. Y en la prensa, un duopolio del mismo dueño, suavemente agujereado por decenas de fanzines y revistas independientes, como Cavila, que deambulan por la ciudad.
La construcción de la realidad que es el lenguaje no puede ser monopolio de nadie. Uno es lo que lee. Estas y otras frases sirven para comprender la importancia del pluralismo informativo, pero este pluralismo también debe construirse a nivel mental, partiendo por superar la pauta del Mercurio y los titulares de Mega, y dejando un poco de lado la importancia superflua que desde siempre se le ha dado a este tipo de medios.
Acierta el creador del meme con su “¿Qué hacemos para dejar de tener miedo? Apagar la TV”. Digamos no a nuestra dosis diaria de doctrina del shock. Esa por la que nos siguen dominando hasta hoy.
@RevistaCavila