La Cuadra
NOCTÁMBULO
Los nocturnos de Chopin se arrastran tambaleantes por Calle Carampangue hacia la cara más profunda de la medianoche. Unos gatos negros me reciben en la entrada de mi casa como una señal de buena suerte.
Creo en los símbolos, nacido un 18 de Agosto de 1976 en los vapores nauseabundos de los diques flotantes. Existen las señales (signos-símbolos) de la buena suerte, vuelvo a repetir,…todo es según el cristal con que se mire…, diría mi abuelo Absalón Opazo.
La cuadra fue una señal, nocturna, embriagada, dentro del cronograma primaveral de mi niñez en los pasadizos subterráneos del mercado Puerto, junto a las bolsas de mi querida Elsa Del Carmen Silva, besando a los animales exóticos de lento deambular, un sitio que vi en el paladar de mis ojos, como un pequeño niño embrujado por las musas exóticas de Plaza Echaurren.
La cuadra, en sus hoteles tres estrellas placas de olvido, un poco de polvo en los ventanales, cortinas en desuso, las niñas se ha ido y sus hijos mitad Filipino, mitad Americano, muerden los claveles blancos que crecen silentes en los pasadizos de un buque amarrado al muelle.
Los cordeles tirantes, las boyas brillantes, un vaso de vino y la palabra de Dios todopoderoso, que vuela como un ave por los callejones de la Aduana. El símbolo cercano, un tatuaje en la piel, el vaso medio lleno, la buena suerte, la palabra certera, el beso del padre, la alegría infinita de los hijos.
El icono máximo de los libros por-venir, la poesía como un cuerpo errante, el beso de una mujer de ojos profundos, la poesía como altísimo símbolo de esta fugaz existencia. La cuadra y su ejército de marineros bohemios, un recuerdo que es fuego permanente para sobrevivir, asi de abierto el corazon y los ojos bien abiertos dentro del profundo cuerpo del Puerto del Paraiso obra de nuestro señor por los siglos de los siglos.
Por Felipe Ugalde