La irritante hipocresía de Michelle Bachelet
EDITORIAL
/ Hipócrita: Que finge una cualidad, sentimiento, virtud u opinión que no tiene / El jueves 11 de abril de 2013, cuando iniciaba su segunda campaña presidencial, Michelle Bachelet declaró a radio Cooperativa que, si volvía a ser Presidenta, “en ningún caso” aplicaría la Ley Antiterrorista en el marco del “conflicto mapuche”, como lo había hecho en su anterior mandato, entre 2006 y 2010. Cuatro años y medio después, en 2017, su gobierno impulsa una nueva oleada represiva contra las comunidades originarias que exigen la devolución de sus tierras, invocando, justamente, la mencionada legislación antiterrorista que ella misma prometió “no volver a usar”.
La situación relatada sirve para reflejar la infinita e irritante hipocresía de Bachelet, cuyos gobiernos han sido los que más han reprimido y atacado las justas demandas de las organizaciones mapuche. Una hipocresía que tiene varios otros episodios que la confirman, como el “perdón” que pidió este año en nombre del “país”, al pueblo mapuche: “Como Presidenta de la República, pido humildemente perdón al Pueblo Mapuche y a las víctimas de la violencia rural. Hemos fallado como país”, escribía la mandataria en Twitter, el 23 de junio.
Una semana antes, Fuerzas Especiales de Carabineros irrumpían violentamente en la comunidad autónoma de Temucuicui, arrojando bombas lacrimógenas contra la escuela rural del sector, que en ese momento se encontraba con todos sus niños adentro. Si bien el gobierno salió inmediatamente a pedir una investigación sobre estos hechos, días después, el Intendente (s) de la Araucanía, Ricardo Chancerel, justificó el accionar policial diciendo que los efectivos “fueron atacados y que por ello se vieron obligados a reaccionar”. La explicación que le faltó dar a Chancerel fue cómo era posible que niños pequeños, que cursan la enseñanza básica, pudieron atacar a un escuadrón de la policía militarizada. De todos modos, la acción, finalmente, y como tantas otras, quedó en la impunidad, perdida y olvidada entre los aplausos de los bacheletistas que una semana después, celebraban la “honestidad” de la Presidenta que “pedía perdón”.
Ahora, cuando el segundo período de Bachelet entra ya en su recta final, circulan por las redes sociales varios posteos que enumeran sus “logros”: aborto en tres causales y gratuidad en la educación, entre los principales. Sin embargo, ninguno de esos supuestos éxitos es digno de celebrarse cuando un gobierno viola los derechos humanos, como lo ha hecho el suyo, en sus dos mandatos, contra el pueblo mapuche. Dichos posteos son similares -por no decir idénticos- al discurso del pinochetismo cuando esgrime los éxitos económicos de la dictadura para tratar de equilibrar el horror del terrorismo de Estado.
En ese sentido, estos días de Operación Huracán y silencio sepulcral del gobierno ante la huelga de hambre de más de 110 días de cuatro presos mapuche -que sólo piden un juicio justo, sin Ley Antiterrorista ni testigos sin rostro-, han servido para dejar en evidencia lo que es Bachelet en su esencia: una notable exponente de una clase política hipócrita y mentirosa, sin ninguna voluntad real para mejorar la calidad de vida de las grandes mayorías, y absolutamente acomodada a la Constitución impuesta por la dictadura, fiel expresión de la complicidad político-empresarial para mantener las cosas como están, favoreciendo al empresariado y criminalizando las luchas sociales. Eso es Bachelet: una impresionante lección de hipocresía, capaz sin ningún remordimiento de pedir perdón a los mapuches “en nombre del país”, como si hubiésemos sido nosotros los que matamos a Matías Catrileo, gaseamos la escuela de Temucuicui, e invocamos la ley antiterrorista que prometimos no volver a usar.
Que el presente texto quede entonces como constancia de la miserable deshonestidad de quienes nos gobiernan, y de la desgraciada complicidad de quienes les aplauden y votan por ellos, a pesar de toda la violencia que han ejercido contra las comunidades mapuche, ocupando las mismas leyes de la Dictadura que tanto atacan y condenan. Esa es, justamente, su máxima hipocresía.