La bruja
CRÓNICA FATAL
Ese día decadente, en que nos fumamos todos los porros de la vida… yacía sentada en la mesa de ese bar de mala muerte, ya eran como las 5 de la mañana, y era el único bar abierto donde no te echaban por no consumir nada. Debo identificar que en mis épocas más flaites andaba volando, pero ahora no era el caso, no. Y fue allí cuando entró “la vieja culiá a pata pelá de los pelos tiesos”. Era como una bruja maldita, esa weona no andaba en nada, sus ojos lo decían todo, pero quería dárselas a alguien. Algo percibí, sólo que demasiado tarde. Me apuntó con el dedo y dijo, gritándome: “¡vos fuistes conchetumare!” Y yo? Me quedé pasmada; de pronto ya me tenía en el suelo, me había agarrado del pelo y en 2 segundos ya estaba sobre mí, me daba piñas (combos) y patadas; yo veía todo en cámara lenta y mis patadas, sí, mis patadas, más lentas iban aún, y mis puños que no daban ni piñas, no le hacían ni cosquillas ni en las costillas, ni en su pelo amorfo. No paró de golpearme hasta que perdí la razón -paralelamente a esto, cuando grité y pedí auxilio ¡no! Era una mocha, todos rodearon en círculo la situación y gritaban ¡¡dale!! ¡¡dale!!, a mí, a ella, y otro weon respondió “no se metan que es pelea de minas”, al máximo estilo del morbo, mientras Alex lo observó todo y fue cómplice porque nunca, nunca se metió, ni se atrevió a prestarme ropa.
Yo yacía inconsciente en el piso, hasta que alguien por atrás me agarró por los sobacos con sus brazos y me levantó, fue allí cuando sentí de golpe en la nuca un flujo que me llevó la cabeza hacia adelante y ahí la sangre se largó por mi nariz, sí, me había roto la nariz y la sangre comenzó a salir con odio, me mareé, vi de reojo a un punk que me gritó ¡¡pero peeégale!!, y ahí fue que reaccioné: “¡Donde está!”, dije. “Se está yendo”, respondieron, y antes que cruzara la puerta para salir a la calle la agarré de sus mechas y le di contra la puerta de vidrio hasta que la puerta se hizo pedazos y se le rompió la jeta.
Cuando me di cuenta tenía mechas en mi mano. Y esa maldita -¡por fin!- se largó a llorar. ¿Que querría? Yo también estaba hecha mierda, y ahora “ella” escapaba y se iba corriendo, como un demonio que algún maldito me había regalado; desapareció en la nada y yo me quedé en la calle y ahí mismo vi a mi súper amiga, a quien no le importé un carajo porque andaba jugoseando y babeando por un weon, el mismo que solidarizó conmigo, quizás porque le dio vergüenza más a él que estaba con ella.
Al otro día parecía un mapache.
Por Polen
Extraído de la plaquette “En Bruto”
Ediciones Colectivas Periféricas