José Basso: Minimalista sí… pero romántico
ENTREVISTA
De una manera extraña José Basso descubrió que era un pintor de fuste. Fue al inicio de los años 80, caminando por entreveradas calles del casco antiguo de Roma, que tuvo su propia epifanía. A esas alturas ya había ganado un par de premios, la crítica empezaba a hablar bien de un incipiente e interesante pintor chileno, porteño, y por esos días incluso se encontraba viviendo los beneficios de una beca del Instituto Francés de Cultura. Pero algo no lo convencía. Hasta que se perdió en esa pequeña inmensidad de piedra, mitad presente mitad pasado, y descubrió que había caído en su propio invento creativo; el mismo paisaje horizontal, paisaje social como lo definiría más tarde, que lo había embelesado para formar parte de su mensaje esencial. Ahí se reconoció a sí mismo como creador, como una crisálida que se hizo consciente de que acababa de dejar su muda para extender sus alas.
Hoy, el artista radicado en Viña del Mar, profesor de la Universidad de Playa Ancha (UPLA) y, de paso, baterista de la banda de jazz Sexteto de los Tiempos, (que integra junto su hijo Gino), es uno de los referentes nacionales del arte pictórico… Y ya inmerso en el circuito nacional e internacional de las galerías de arte, por estos días se encuentra exhibiendo en galerías de arte de San Francisco, Boston y Nueva Orleans, en Estados Unidos.
- ¿Es José Basso hoy el mismo que el de ayer?
“El mismo, porque todo lo que he hecho es una evolución de las mismas ideas. Son prácticamente los mismos elementos; tú ves, por ejemplo, que la horizontal es lo que prima. La Cinta de Chile es una pintura bien emblemática y la retrospectiva del 2011 parte con esto, pues es un indicador de lo que pasará después. Gaspar Galaz, en su prólogo al libro sobre mi obra, toma en cuenta después los horizontes, que finalmente termina en el tema del mar que había estado siempre presente pero subyacente”.
- El paisaje siempre presente en su obra. ¿Por qué esta necesidad?
“Es algo que empieza a aparecer en algún momento a partir de mis visitas a Santiago. Iba y venía constantemente en el día, lo que hoy es muy común pero en esa época no le era tanto, y empieza a aparecer este paisaje que era simbólico primero, que yo llamaba paisaje social. Era como la historia del país que yo iba contando a través de las pinturas y este paisaje social estaba salpicado con las fotos de prensa, en una época de atentados terroristas, que hablaban un poco de violencia, y de ahí nace la idea de paisaje social que pasó a ser nuestra naturaleza”.
- Y así como la naturaleza, ¿qué otro elemento diría usted que está presente con fuerza en su pincel?
“Bueno, yo creo que el tema de los derechos humanos, de frentón. Y a eso me refiero con lo de paisaje social. Pero de pronto en estos viajes a Santiago, ir y venir, es tan evidente todo, las animitas en el camino, los galpones que tenían una cierta historia, donde algunos habían sido ocupados como centro de tortura, en fin, y todo esto mirado desde el bus aparece de pronto ese paisaje como tal, que había estado todo el tiempo a la vista y comienza a contener todo lo simbólico, en la mayor síntesis de todo los estilos que había recorrido y de lo que venía hablando. Porque yo pasaba de un lenguaje a otro, hacía instalaciones, pinturas de un tipo, grabados, collage, todo tipo de cosas. Y estaba ahí el discurso mismo, contenido en este paisaje que hablaba sobre todo y, además, estaba el tema del horizonte y yo que siempre había estado de frente al mar, ahora me daba cuenta que ese era el horizonte”.
Paisaje Mínimo
- ¿Cómo evolucionó José Basso desde los 70 que se transformó en un referente para la pintura chilena ya entrado el 2010?
“Yo creo que en ese momento ya lo era de alguna manera. Estaba aceptado, me decían que era el artista de Valparaíso, después de Camilo Mori porque entre medio no había nadie y eso es una crítica que está escrita por ahí, pero de pronto, la mayor sorpresa fue aparecer con este paisaje mínimo porque yo siempre fui calificado como minimalista…”
- ¿Y le incomodó ese calificativo?
“En realidad pensaba que no era muy certero porque el minimalismo es un movimiento que nació en Estados Unidos cerca de los años 70, era de una sociedad muy industrial, muy tecnológica, que no correspondía a nuestra realidad mucho más manual todavía. Con el tiempo les fui diciendo a las personas que en realidad era un minimalismo pero romántico, lo que son dos palabras que no pueden estar en la misma frase, porque lo romántico es lo contrario, lleno de emociones, y el minimalismo verdadero era frío. Pero sí me influyó mucho esa expresión mínima de las cosas”.
- Y en ese contexto cómo es que comienza a producirse su vinculación con el mundo de las galerías?
“Ya había pasado para el año 75. La verdad es que me invitaron a exponer a la galería Imagen en Santiago, que es donde hice la exposición de gráfica. Mi primera exposición fue en Valparaíso y de ahí rápidamente fui invitado a exponer en Santiago, y de ahí me hicieron un reportaje a siete páginas en Revista Paula, que era una de las pocas que trataba el tema del arte, en años en que además habían pocas revistas. Antes para nadie las galerías significaban algo comercial, ni para los propios dueños, no había esa categoría”.
- ¿Qué pasaba entonces, había un altruismo que le ganaba la mano al comercio de arte?
“Era como parte de la cultura, no más. Durante gran parte de mi carrera no existía esa idea de lo comercial. Ahora se les ocurrió, creo que tontamente, dividir las galerías entre comerciales y no comerciales”.
- ¿Con cuál se identifica más usted?
“Es que es absurda porque en ambas se vende. Lo que pasa es que venden un tipo de arte emergente y otras que trabajan con artistas más consagrados”.
Basso y la UPLA
- En paralelo se empieza a producir la pedagogía. ¿Qué importancia adjudica usted su rol como formador de futuros artistas en la UPLA?
“Yo estudié pedagogía en Artes Plásticas en la Universidad de Chile; antes no existía licenciatura, entonces la pedagogía estaba muy inclinada hacia el arte porque era lo que estudiaban los artistas. Se daba una gran importancia al arte y cuando era alumno, pensaba ‘quiénes son mis profesores, de quién soy alumno’. El arte está siempre vinculado a la enseñanza y en los talleres se arma una cosa pedagógica por naturaleza y dar clases es algo que disfruto”.
- ¿Cómo observa el semillero de talentos, por ejemplo en la UPLA? ¿Hay buen material?
“Sí -responde rápido y seguro-. Hoy la pintura está como en un segundo plano en relación a otras expresiones. Y ha pasado hartas veces en la historia. En el 72 en la documenta de Kassel, se dio, entrecomillas, como por declarada muerta a la pintura. Y nadie se tragó mucho eso pero fue cuando empezó el auge de los curadores, es decir, cuando se metieron las letras de por medio, y se comenzó a pensar que el arte era un medio de información más, lo cual es una estupidez por completo”.
- ¿Cómo pondera el desarrollo de la pintura chilena actual, cómo se podría definir?
“Hubo una eclosión de pintura en Chile y en el mundo entero, porque antes estaba paralizado el arte en el mundo, porque los movimientos duraban un ratito. Yo creo que llegué en un momento en que estaba paralizado también pero cambió con el Golpe de Estado, porque así tuvimos nuestro propio holocausto. Entonces, entrecomillas, por fin había un material en que no podíamos quedarnos afuera y todos los artistas estaban encerrados trabajando con un toque de queda y curiosamente y paradójicamente fue un tremendo desarrollo del arte hasta ahora”.
El jazz y la pintura, el día y la noche
- Usted había dicho que la música, el jazz, y la pintura se encontraba en un espacio atemporal… ¿a qué se refería?
“Mi trabajo, mi arte, era como una bitácora de lo que iba pasando con la historia que me tocaba vivir, pero hubo un momento en los 90, cuando gana el No, la gente se veía muy contenta y empezó a haber mucho encuentro. Se junta con la música en la medida que la música es abstracta, y en ese momento se unificaron porque salir a pintar al aire libre como los impresionistas del siglo XIX fueron momentos bien bonitos. Pero duró poco porque ahí vinieron muchos pintores y volvió el arte conceptual con mucha fuerza al punto que no se ha ido más hasta ahora”.
- Volviendo a los paisajes. ¿Si el día es tan profuso en paisajes inspiradores, por qué usted prefiere pintar de noche?
“Justamente eso da cuenta de que no es tan directo el paisaje a la pintura sino que a través de este concepto del paisaje como simbólico. En Estados Unidos han dicho sobre mi obra que está justo en el centro entre lo abstracto y lo figurativo y es una cosa que ha hecho que sea muy personal mi trabajo. Yo en el fondo selecciono la parte del paisaje, tomo apuntes aquí y allá, en todo Chile. He trabajado hasta en la Antártica, en el Desierto de Atacama…”
- ¿Y en todo está ese común denominador que es la horizontalidad del trazo?
“Absolutamente, el horizonte. Donde siempre hay un refugio, una casita, un galpón, un algo, en todos lados”.
- Y de aquello lo sucede un galpón, un punto en la inmensidad…
“… Es que como que de alguna manera le di nombre a ese paisaje, y ahí tú ves cómo sucede al revés. Cada vez que he andado por esos lugares no he estado solo, he ido en grupos, y todos dicen, ‘mira, un Basso’. Entonces ellos le ponen nombre al paisaje. Hay gente que me manda fotos constantemente, de una casita en el horizonte y me dicen, ‘mira, encontré un Basso’”.
- Su ambiente pictórico es bastante geométrico…¿ Qué quiere decir eso, que de alguna forma Basso necesita de un orden más jerárquico en su vida?
“Curiosamente es lo contrario. Bueno, puede ser, pero rehuyo la composición. Cuando tú partes un plano en dos, ya no estás componiendo, es como seguir sus ejes naturales, central-vertical, central-horizontal, y eso evita la composición clásica como la sección áurea, por ejemplo, cosa que yo enseño en la universidad, pero en mi obra trato que sea lo más neutra posible. Y ahí está… -piensa tres segundos-, ahí está la parte minimalista, porque tengo una tendencia a eso, a no tocar excesivamente el tema del plano completo. Lo interesante de eso es que la persona ve un paisaje real y si yo empiezo a contar eso que estamos hablando se dan cuenta que no tiene nada de realista… Mi trabajo al final sigue siendo el mismo trabajo abstracto del principio”.
- ¿Está la fama dentro de sus prioridades a esta altura de la vida?
“No -responde convencido-. El trabajo te va dando a conocer y a mí me pasó desde el principio desde que gané un premio de la bienal internacional del 75 que empezaron a llegar invitaciones y por tanto empecé a ser conocido, es decir, la gente comenzó a saber que yo existía y a partir de los paisajes, desde los años 90 en adelante, la gente me ubica bien. Uno no es tan famoso, ningún pintor lo es, como para que uno ande en la calle y la gente te reconozca. Eso no pasa, porque como está la pintura de por medio es la pintura tu cara, a diferencia de los músicos, por ejemplo. Además yo creo que a los artistas plásticos, a los artistas visuales, no les interesa esa fama, sí a los actores, por ejemplo, que viven de eso, pero yo soy de los artistas que está detrás de la obra”.
- ¿Cómo es un artista?
“Si pudiéramos definir qué es un artista, es como un tipo que corre una cortina y deja ver un trocito de una realidad que nos estaba vedada para nosotros… Me acuerdo de los impresionistas del siglo XIX, de Manet, Monet, con los cuales la gente empezó a ir a los campos a mirar, porque no estaba de moda la naturaleza”.
En un concepto
- ¿Qué bebe cuando pinta?
“Mucho té, también café puede ser, pero alcohol nada”.
- ¿A quién o a qué le dedicaría hoy una pintura?
“Hay dos cosas. Con los años uno puede decir que el amor es lo único que vale la pena. Y lo otro, a la gratitud”.
- ¿Color preferido?
“Normalmente un rosa carne, que se llama en la pintura, como que va apareciendo en primer lugar. En el fondo, mi color favorito sería el que no imagino”.
- ¿Músico predilecto?
“Tendría que ser un baterista. Jack DeJohnette es mi favorito. Tocó con Miles Davis. Llegando ahora a Estados Unidos iré a un concierto de él. Ya tengo entradas”.
- Qué lee por estos días José Basso?
“He vuelto a mis primeras lecturas con Juan Luis Martínez, que fue muy amigo mío. Ahora volví a tomar El Camino, de Jacques Querouac. He vuelto a ver las cosas de esa época, de donde en el fondo nació todo para mí”.
- ¿A qué pintor rechaza?
“En general, toda la pintura anecdótica”.
- ¿Qué imagen podría reflejar el Chile de hoy?
“Creo que sería un nocturno. Igual sigue pesando lo del paisaje social. Se dan como dos cosas paralelas; veo que hay mucho descontento y de ahí la analogía con lo nocturno, pero también veo cierta relajación en la gente. Hay una contradicción ahí”.
Entrevista por Ernesto Curti
Universidad de Playa Ancha