Marginalidad y derrota: De la pulsión erótica al fracaso en “Jumper”
LITERATURA
Reverso sombrío del progreso económico y la expansión urbana, los bajos fondos representan la cara más sórdida de la vida en las grandes ciudades, un submundo marginal donde sedimenta todo aquello que la sociedad considera peligroso y decadente. Constituyen el reino miserable del hampa, donde conviven maleantes, jugadores, delincuentes, alcohólicos, vividores, cafiches y prostitutas, dándose cita en bares o en la esquina de la pobla.
Así lo observamos en los cuentos que conforman el libro Jumper, donde los personajes y espacios (físicos y atmosféricos) nos sitúan frente a la marginalidad y la derrota del determinismo social perpetuándose generación tras generación. A partir de la primera página del cuento: “Nunca fuiste mía”, su autor nos revela la certeza del fracaso frente a la búsqueda de un cuerpo, compañía, convivencia, etc. y los niveles de violencia física y simbólica que se gestan y reproducen entre la “pareja”, en espacios íntimos, en la esquina del barrio, la plaza, etc.
“Siempre fuiste la mujer de mi vida. Pero nunca fuiste mi amor. De hecho, nunca fuiste mía. Siempre pensé que eras la misma mujer; aunque no la misma, misma. De un tiempo a esta parte, te has puesto insoportable. Me aburre tu manía por el fútbol y la tele, y esa capacidad de ensuciar y dejar todo desordenado. Tus vicios: no dejas de fumar, tienes la casa hedionda a cenicero, y tomas como un alcohólico de la calle, al menos si tomaras algún trago decente; pero no. Te emborrachas hasta quedar estúpido. Si te escucharas. Casi ni modulas. Andas todo el día hediondo a tabaco y vino. Estás horrible. Desde que te echaron del trabajo, andas como un vago por la casa. Al menos si te motivaras por algo. Esperas, acaso, que yo te dé motivos para vivir. No puedes esperar que sea tu madre. Me desagrada dormir contigo. Tienes una panza que debería darte vergüenza. Pero no te cuidas nada. Eres lo peor de ti mismo. Ahora, incluso, ya ni me respetas, como antes. Antes de que me dieras la primera cachetada”.
Por medio de los personajes protagónicos femeninos que conforman los universos de los cuentos: “Nunca fuiste mía”, “La pituca del 12”, “Las niñas del 33”, “Leyendas”, “Bronca femenina”, “Jumper”, “Alto riesgo” y “Modelo de pesadillas” el narrador -generalmente masculino- se sitúa como un sujeto deseante derrotado: por su contexto socioeconómico, fracasado de antemano por su apariencia física (como en el cuento Modelo de pesadillas), por su diferencia de edad y/o inexperiencia sexual (Jumper) por no ser correspondido (Jumper- Nunca fuiste mía).
Como lectores/as contemplamos la marginalidad desde la focalización interna, ya que en todos los cuentos un narrador en primera persona habla por: La pendeja de la pobla- La pituca del barrio- La prostituta- Niñitas que se guardan para vestir santos- Mujeres que roban y se vengan Las que golpean y las golpeadas.
Mujeres marginadas habitantes de esta ciudad, para las que el eslogan de “la alegría ya viene” nunca llegó. Saben que están vivas, porque respiran, pero su “autonomía” no es tal, nunca llegaron a convertirse en sujetas de derecho. Desde los límites de una sociedad clasista y sexista, son habladas por otro. El sujeto que las relata/narrador en primera persona, las describe siempre desde lo prosopográfico: SON UN CUERPO, objetos deseables para satisfacer la soledad y alienación del sujeto que las contempla, las desprecia y categoriza en relación a si satisfacen o no sus expectativas sexuales primarias. Y aunque en el relato “Bronca femenina” pareciera que ellas pueden decidir al tramar una venganza, contra un hombre secuestrado, la venganza no les da voz, la noticia es tergiversada en la televisión, y sabemos que no serán escuchadas. Se vuelven doblemente excluidas o marginales, no sólo por ser mujeres, si no que antisociales (asaltantes violentas).
En el cuento Jumper, por ejemplo, pareciera ser la escolar quien tiene autonomía sobre su pulsión erótica al escoger a tal o cual sujeto para juguetear y satisfacerla; sin embargo, no sabemos cómo piensa, qué siente en cada ejercicio/aventura. Por qué es incapaz de vincularse. Es otra víctima de un sistema capitalista en dónde está excluida de poder decidir, es una esclava reproductora de estereotipos publicitarios, de la fantasía sexual de la escolar, de la chica proleta que sólo siente que puede manipular/transar con su cuerpo joven, no tiene escapatoria ¿Cuándo su voz se escuchará en la ciudad?
Francisco Miranda, su autor, sabe que los marginales que representan el habla de los subyugados, seguirán cada vez más replegados y silenciados, por ello la doble mordaza de estos personajes femeninos:
1. La mordaza geosocial en la que transitan/habitan, sin salidas, sin puentes ni finales felices
2. La mordaza de su sexo género, asignándoles valor sólo por su cuerpo, siendo siempre objetos de deseo y por ende transables y/o desechables. Esto haría referencia a la selección de perspectivas, personajes y temas relacionados con el universo de la “marginalidad social”: miseria, prostitución, crimen.
Marginalidad y derrota: De la pulsión erótica al fracaso en los cuentos de Jumper, sigue la tradición de escritores como: Armando Méndez Carrasco, quien en 1948 debutó con el libro de cuentos: Juan Firula,l R o con cierto lenguaje literario de El Río (Alfredo Gómez Morel), también los cuentos de Miranda, tienen cierto diálogo con las atmósferas marginales de Luis Rivano.
El lenguaje descarnado en sus significantes y significados nos desnudan deseos eróticos sin idealización ni espacios para idilios, cuando el fracaso ya está instalado en los personajes, y con ellos en el país periférico por donde transitan.
Por Margarita Bustos